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Rione XV - Esquilino
Las Termas Helenianas, también conocidas como Thermae Helenianae o Thermae Helenae, representan un fascinante capítulo en la historia de las termas romanas. Construidas a principios del siglo III d.C., estas termas se encontraban entre el Esquilino y el Celio, en una zona conocida como Horti Spei Veteris, luego Horti Variani. Su nombre proviene de Flavia Julia Helena, madre del emperador Constantino I, quien promovió su restauración entre el 323 y el 326 d.C. después de un devastador incendio.
El complejo termal, originalmente parte de la residencia imperial de Septimio Severo, el Sessorium, era alimentado por el acueducto Celio, una rama del acueducto Claudio. Las termas estaban equipadas con una gran cisterna ubicada al norte del complejo, separada por amplios jardines. Esta cisterna, compuesta por doce habitaciones intercomunicadas dispuestas en dos filas paralelas, probablemente era alimentada por una derivación del acueducto Alessandrino.
La arquitectura de las Termas Helenianas refleja un compromiso entre las grandes termas imperiales y los complejos balnearios más pequeños. Su planta asimétrica y la muralla norte alta que protegía el complejo de los vientos fríos son ejemplos de soluciones arquitectónicas innovadoras para la época. Aunque gran parte de las estructuras visibles en el siglo XVI fueron destruidas o enterradas durante el pontificado del papa Sixto V para la construcción de la Via Felice, los restos de las termas todavía son visibles en la intersección de las calles Eleniana y Sommeiller, a un nivel más bajo que la calle actual.
Las Termas Helenianas no eran solo un lugar de bienestar y entretenimiento, sino también un símbolo del poder y la generosidad imperial. La dedicación a Helena, conmemorada en una inscripción hoy conservada en el Vaticano, subraya el prestigio de la familia imperial y su compromiso con la mejora de las infraestructuras públicas de Roma. Según esta inscripción, “Nuestra señora Helena, augusta madre de nuestro venerable señor Constantino y abuela de nuestros felices y florecientes Césares, (estas) termas, destruidas por un incendio, fueron restauradas”.
La historia de las Termas Helenianas está entrelazada con la de la Basílica de Santa Cruz en Jerusalén. Helena, de hecho, convirtió una sala rectangular de las termas en la primera iglesia de la que deriva la basílica, destinada a custodiar las reliquias de la Pasión de Cristo que ella misma había encontrado en el Calvario. Esta conexión entre el complejo termal y la basílica agrega un nivel adicional de significado histórico y religioso al sitio.
Las obras de restauración y recuperación del complejo, a lo largo de los siglos, han permitido mantener viva la memoria de las Termas Helenianas. Durante la Edad Media, una de las salas de la cisterna fue transformada en una capilla dedicada a “S. Angeli prope S. Cruci in Hierusalem”, recordada hasta finales del siglo XVI y luego destruida debido a los trabajos para la Via Felice. En los siglos posteriores, los restos de las termas fueron estudiados y documentados por famosos arquitectos como Andrea Palladio y Antonio da Sangallo el Joven, cuyos dibujos y notas nos ofrecen un valioso testimonio del aspecto original del complejo.
Hoy, aunque gran parte de las termas se ha perdido, los vestigios que quedan continúan contando la historia de una época de esplendor e innovación arquitectónica. Las Termas Helenianas son un ejemplo emblemático de cómo las estructuras romanas no solo eran funcionales sino también estéticamente refinadas, reflejando el gusto y la ingeniosidad de los arquitectos de la antigua Roma.
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