Basílica de San Francisco

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La Basílica de San Francisco en Bolonia es un fascinante ejemplo de arquitectura gótica francesa en Italia, un símbolo de la presencia e influencia franciscana en la ciudad. La construcción de la basílica comenzó en 1236, gracias a la concesión de terrenos por parte de las autoridades de la ciudad, y se completó en 1263. El proyecto arquitectónico combina elementos románicos con el gótico francés, una fusión evidente en la fachada de ladrillo y en el interior caracterizado por altas bóvedas de crucería y arbotantes. San Francisco visitó Bolonia por primera vez en 1222, generando gran entusiasmo e interés por su orden. Esta visita marcó el inicio de la fundación del convento franciscano en la ciudad, inicialmente ubicado en la iglesia de Santa María delle Pugliole. En 1236, el Papa Gregorio IX alentó la construcción de una nueva iglesia dedicada a San Francisco, ubicada en el área de las antiguas ruinas romanas de Bononia. La basílica fue consagrada en 1251 por el Papa Inocencio IV, y la estructura principal se completó en 1263. La basílica sufrió numerosos cambios y restauraciones a lo largo de los siglos. Durante el siglo XVIII, el convento se convirtió en un importante centro de estudios musicales bajo la dirección de Fra’ Giambattista Martini, conocido compositor y maestro. Sin embargo, la iglesia fue saqueada y convertida en cuartel por las tropas francesas durante la ocupación napoleónica en 1796. Solo en 1842 fue restaurada para el culto religioso, para luego ser nuevamente utilizada como almacén militar durante las guerras de independencia italianas. En 1886, la iglesia fue devuelta definitivamente a los Franciscanos y restaurada por Alfonso Rubbiani, quien se encargó de devolverle su aspecto original, aunque con significativas reconstrucciones. La arquitectura de la Basílica de San Francisco es notable por su majestuosidad gótica. El interior presenta una nave central y dos laterales, con un amplio transepto y un ábside. La disposición de las bóvedas de crucería y los arbotantes recuerdan a la estructura de Notre-Dame de París, destacando la influencia gótica francesa. La basílica también alberga numerosos monumentos funerarios, incluidas las tumbas de los juristas Accursio y su hijo Francesco, Odofredo y Rolandino dei Romanzi. Uno de los elementos más interesantes de la basílica es su plaza delante, la Plaza de San Francisco, que a lo largo de los siglos ha desempeñado un papel central en la vida de la ciudad. Excavaciones arqueológicas realizadas en 1877 sacaron a la luz un antiguo taller de metalurgia que data del siglo VIII a.C., testimonio de la larga historia de este lugar. La plaza, recientemente renovada en 2017, sigue siendo un animado punto de encuentro para jóvenes y residentes, albergando mercados y eventos sociales. El interior de la basílica alberga tesoros artísticos de gran valor, como la espléndida ancona de mármol y la tumba del Papa Alejandro V, que descansa aquí. Los altares de las capillas laterales están enriquecidos con obras de artistas como Giovanni di Balduccio y Jacopo della Quercia. Cada capilla cuenta una historia a través de frescos y esculturas que ilustran episodios de la vida de San Francisco y otros santos franciscanos. La basílica sufrió graves daños durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, con la destrucción de partes de la fachada, las bóvedas y el claustro. Sin embargo, los esfuerzos de restauración posteriores han permitido devolver la iglesia a su antigua gloria, preservando su importancia histórica y artística.
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