Basílica de San Francisco de Paula

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La Basílica Real Pontificia de San Francisco de Paula en Nápoles es un monumento imponente y uno de los principales ejemplos de arquitectura neoclásica en Italia. Situada en la majestuosa Plaza del Plebiscito, la basílica es un punto de referencia tanto histórico como artístico, gracias a su impresionante estructura que recuerda fuertemente al Panteón de Roma. La historia de la basílica está estrechamente ligada a los eventos tumultuosos del primer siglo XIX. En 1809, Joaquín Murat, cuñado de Napoleón Bonaparte y rey de Nápoles, inició un ambicioso proyecto de renovación urbana que incluía la construcción de una gran plaza, inicialmente llamada Foro Joaquín. Sin embargo, con la caída de Murat y el regreso de los Borbones, el proyecto fue retomado por Fernando I de las Dos Sicilias, quien decidió erigir una iglesia en señal de gratitud por la restauración de su reino. La construcción de la basílica comenzó en 1816 bajo la dirección del arquitecto Pietro Bianchi y se completó en 1846. El edificio presenta una fachada caracterizada por un pronaos con seis columnas jónicas de mármol de Carrara, realizadas por Carlo Beccalli. Sobre el arquitrabe se encuentra un frontón triangular adornado con estatuas de San Francisco de Paula, San Fernando de Castilla y la Religión, estas dos últimas esculpidas por Heinrich Konrad Schweickle. En el interior, la basílica impresiona por su planta circular y la cúpula de 53 metros de altura, decorada con casetones y revestida externamente con piedra caliza de Gaeta. El suelo es de mármol policromado, dispuesto en un elegante diseño geométrico. Las treinta y seis columnas de mármol Mondragone, de once metros de altura, rodean la amplia nave central, creando un efecto monumental. El techo de la cúpula, con su estructura de casetones, amplifica aún más la sensación de grandeza y solemnidad. La basílica alberga varias capillas laterales, incluida una dedicada al Purgatorio, con pinturas de Luca Giordano y Paolo De Matteis, y otra al Santísimo Sacramento, ricamente decorada con mármoles policromados y obras de artistas neoclásicos napolitanos. El altar mayor, diseñado por Ferdinando Fuga para la Iglesia de los Santos Apóstoles, está hecho de pórfido, lapislázuli y ágata, otorgando un toque de magnificencia a toda la estructura. Una de las curiosidades relacionadas con la basílica es su similitud con el Panteón de Roma. Esta elección no es casual, ya que el proyecto de Bianchi buscaba crear una obra que reflejara el poder y la estabilidad de la restaurada monarquía borbónica, utilizando un lenguaje arquitectónico inspirado en los grandes templos de la antigüedad. Esta similitud es especialmente evidente en la estructura circular de la nave central y en la majestuosa cúpula.
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