Cappella Brancacci
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La Capilla Brancacci, ubicada dentro de la Iglesia de Santa María del Carmine en Florencia, es una de las obras maestras del primer Renacimiento italiano. Su historia se remonta a la segunda mitad del siglo XIV, cuando la capilla fue encargada por la rica familia Brancacci, en particular por Felice Brancacci, un influyente comerciante de seda y diplomático. La capilla se hizo famosa por el ciclo de frescos que narran las historias de San Pedro, iniciado por Masolino da Panicale y su discípulo Masaccio entre 1424 y 1428, y completado posteriormente por Filippino Lippi en 1481-1483.
Masolino y Masaccio trabajaron en estrecha colaboración, con Masolino enfocándose en escenas como el “Pecado original” y la “Curación del cojo”, mientras que Masaccio realizaba frescos revolucionarios como la “Expulsión de Adán y Eva” y el “Tributo”. Su técnica pionera en la representación de la perspectiva y el uso de la luz influyó profundamente en la pintura renacentista. Desafortunadamente, la muerte prematura de Masaccio en 1428 dejó el ciclo incompleto, y el trabajo también se suspendió debido al exilio de Felice Brancacci por motivos políticos.
El ciclo de frescos permaneció incompleto hasta 1480, cuando la familia Brancacci fue readmitida en Florencia y se decidió completar la obra encargándosela a Filippino Lippi, hijo de Fra Filippo Lippi, otro importante artista de la época. Filippino Lippi logró integrar su estilo con el de sus predecesores, manteniendo la coherencia cromática y estilística de los frescos originales.
Durante el siglo XVII, la capilla sufrió varias modificaciones y restauraciones. En 1642, por ejemplo, algunas desnudeces de las figuras fueron cubiertas para adaptarse a los cánones morales de la época. Una importante intervención de restauración tuvo lugar en el siglo XX, gracias a los estudios de Ugo Procacci, que devolvieron a los frescos sus colores originales y aclararon sus atribuciones.
Entre los episodios representados en los frescos, uno de los más célebres es la “Expulsión de Adán y Eva” de Masaccio, que impacta por su dramatismo y la representación realista de las emociones humanas. Otro fresco significativo es el “Tributo”, donde Masaccio introduce un uso innovador de la perspectiva y la luz para crear una escena de gran realismo y profundidad.
La Capilla Brancacci ha sido durante mucho tiempo un punto de referencia para los artistas del Renacimiento. Se dice que Miguel Ángel y Leonardo da Vinci venían aquí a estudiar los frescos de Masaccio para aprender sus secretos técnicos. Por lo tanto, este espacio ha desempeñado un papel crucial en la formación de algunos de los más grandes artistas de la historia.
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