Casa de Ana Frank

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La Casa de Ana Frank, situada en el número 263 de Prinsengracht en Ámsterdam, es uno de los museos más significativos del mundo, dedicado a la memoria de Ana Frank, una joven judía que dejó una huella indeleble a través de su diario, escrito durante la Segunda Guerra Mundial mientras se escondía de los nazis. La historia de la Casa de Ana Frank comienza con Otto Frank, el padre de Ana, quien en diciembre de 1940 trasladó las actividades de sus empresas de especias y espesantes, Opekta y Pectacon, a este edificio. La planta baja se utilizaba para las operaciones empresariales, mientras que la oficina de Otto se encontraba en el primer piso. Detrás de este edificio, oculto a la vista, se encontraba el Achterhuis, o “Casa de Atrás”, conocido en inglés como el “Anexo Secreto”. Este escondite fue preparado con cuidado para albergar a la familia Frank y a otros cuatro judíos: la familia Van Pels y Fritz Pfeffer. Aquí, entre julio de 1942 y agosto de 1944, los Frank vivieron en clandestinidad hasta que fueron traicionados y arrestados por la Gestapo. El Achterhuis era accesible solo a través de una estrecha escalera oculta detrás de una estantería giratoria, un detalle que testimonia la ingeniosidad y la desesperación de aquellos tiempos. El escondite era espartano, con espacios limitados y pocas comodidades, pero Ana logró transformar su habitación en un pequeño refugio personal, decorándola con imágenes de estrellas de cine y postales. El diario de Ana, que recibió para su decimotercer cumpleaños el 12 de junio de 1942, se ha convertido en uno de los documentos más poderosos y leídos del siglo XX. En este diario, Ana cuenta sus experiencias, miedos, esperanzas y sus sueños de convertirse en una escritora famosa. Después de su muerte en el campo de concentración de Bergen-Belsen, su padre Otto, el único miembro de la familia que sobrevivió, publicó el diario en 1947, titulándolo “Het Achterhuis” (La Casa de Atrás). En la posguerra, el edificio estuvo en riesgo de demolición, pero gracias a una campaña de sensibilización lanzada por el periódico holandés Het Vrije Volk y a la formación de la Fundación Ana Frank en 1957, el sitio fue salvado y transformado en museo en 1960. Otto Frank fue determinante en este proceso, deseando que la casa se convirtiera en un lugar de educación y memoria, para impedir que atrocidades similares se repitieran. Hoy, la Casa de Ana Frank atrae a más de un millón de visitantes al año. La experiencia del museo es profundamente conmovedora y ofrece un viaje a través de la historia con citas del diario de Ana, fotografías, videos y objetos originales. Entre estos, se encuentra el propio diario, expuesto junto con otros escritos y las famosas imágenes que Ana había pegado en las paredes de su habitación. El museo también incluye exposiciones dedicadas al Holocausto, la discriminación y los derechos humanos, enfatizando la importancia de la tolerancia y la lucha contra el prejuicio y el antisemitismo. Las palabras de Otto Frank resuenan aún hoy: “No podemos cambiar lo que ha sucedido. Lo único que podemos hacer es aprender del pasado.” La entrada al museo es a través de una puerta separada en el número 20 de Westermarkt, un cambio necesario para gestionar el flujo constante de visitantes. A pesar de su popularidad, el museo mantiene una atmósfera de respeto e introspección, en línea con el deseo de Otto Frank de utilizar el pasado como lección para el presente y el futuro.
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