Catacumbas de Domitila

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Las Catacumbas de Domitilla, ubicadas a lo largo de la antigua Vía Ardeatina en Roma, son unas de las más extensas y antiguas de la ciudad, abarcando aproximadamente 17 kilómetros en cuatro niveles. Estas catacumbas son un ejemplo extraordinario de la fe y las prácticas funerarias de los primeros cristianos, ofreciendo una ventana única a su vida y espiritualidad. El complejo toma su nombre de Flavia Domitilla, miembro de la familia imperial de los Flavios, quien donó el terreno para la construcción del cementerio subterráneo. Las catacumbas datan del siglo II e incluyen una basílica subterránea, única entre las catacumbas romanas, construida a finales del siglo IV bajo el pontificado del Papa Dámaso I. Esta basílica está dedicada a Santa Petronila, enterrada junto a los mártires Nereo y Aquileo, cuya veneración continuó hasta el siglo IX cuando las reliquias fueron trasladadas a la ciudad. Las catacumbas están excavadas en toba, una piedra volcánica suave característica del subsuelo romano. Los pasajes y galerías a menudo reutilizan conductos de agua o canteras preexistentes, creando un complejo intrincado de pasillos y habitaciones. Los loculi, simples nichos rectangulares tallados en las paredes, eran las sepulturas más comunes y a menudo albergaban más de un cadáver. Por otro lado, las familias más adineradas tenían cubicula privados, habitaciones de diferentes tamaños a menudo decoradas con frescos. Uno de los elementos más fascinantes de las Catacumbas de Domitilla es la rica colección de frescos. Entre ellos, el cubiculum “dei Fornai” es especialmente notable por sus representaciones de escenas bíblicas y alegóricas que datan del siglo IV. Los recientes trabajos de restauración han revelado frescos tanto de inspiración pagana como cristiana, testificando el período de transición entre el paganismo y el cristianismo. Un ejemplo significativo es la pintura del Buen Pastor, símbolo de Cristo Salvador, que a menudo se representa en posición contrapuesta, haciendo referencia a la escultura romana. Las catacumbas también contienen numerosos símbolos cristianos grabados en las paredes de los loculi o en los mármoles que los cierran, incluyendo el pez (ichthys), acrónimo griego de “Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador”. Este símbolo, junto con otros como el Buen Pastor y el Orante, ofrece una visión de la fe y las prácticas religiosas de los primeros cristianos. Los frescos y las inscripciones testimonian la esperanza en la resurrección y la vida eterna, temas centrales del cristianismo primitivo. La Basílica subterránea, construida hacia finales del siglo IV, es un lugar de gran importancia histórica y espiritual. Recientemente restaurada, revela más detalles sobre las prácticas funerarias y la devoción de los cristianos de la época. La basílica y las capillas circundantes todavía se utilizan hoy en día para celebraciones eucarísticas y otras funciones religiosas, ofreciendo a los visitantes una experiencia única de conexión con el pasado.
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