Duomo de Milán

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El Duomo de Milán, una de las catedrales góticas más icónicas del mundo, representa un monumento extraordinario tanto por su historia como por su arquitectura. Situado en el corazón de la ciudad, el Duomo es una obra maestra que tardó casi seis siglos en completarse, un símbolo de la fe, el poder y el arte milanés. La construcción del Duomo comenzó en 1386, por iniciativa del Obispo Antonio da Saluzzo y con el apoyo de Gian Galeazzo Visconti, Señor de Milán. La catedral debía reemplazar a la antigua basílica de Santa Maria Maggiore y otras estructuras religiosas preexistentes. El proyecto fue confiado a la Veneranda Fabbrica del Duomo, una organización creada específicamente para supervisar la construcción y el mantenimiento del complejo. La elección de utilizar el mármol de Candoglia, transportado a través del Naviglio hasta la obra, y adoptar un estilo gótico representaron una revolución para la época. Estas decisiones requirieron la intervención de arquitectos, ingenieros y artesanos de toda Europa, convirtiendo al Duomo en un cruce de habilidades y estilos internacionales. La construcción comenzó con el ábside y las vidrieras, continuando hacia el transepto y las naves, pero el cierre de las bóvedas siguió siendo un desafío abierto durante siglos. En el siglo XV, arquitectos como Leonardo da Vinci y Donato Bramante contribuyeron al proyecto, especialmente en el diseño del cimborrio, el octógono que sostiene la cúpula central. La influencia de Leonardo es visible en los detalles técnicos y artísticos que enriquecen la estructura. El período de la Contrarreforma, bajo el arzobispado de Carlo Borromeo y posteriormente de Federico Borromeo, marcó una nueva fase de intervenciones. El presbiterio, las capillas laterales y la cripta fueron rediseñados según los principios del Concilio de Trento, introduciendo elementos arquitectónicos y decorativos que enfatizaban la solemnidad y espiritualidad del lugar. Pellegrino Pellegrini, uno de los arquitectos de la época, trabajó para dar al Duomo un aspecto más clásico, manteniendo la esencia gótica. El siglo XVIII vio la adición de la famosa Madonnina, la estatua dorada de la Virgen María colocada en la aguja más alta, un símbolo de protección para la ciudad de Milán. Durante el período napoleónico, la finalización de la fachada se convirtió en una prioridad, con Napoleón mismo ordenando acelerar los trabajos y siendo coronado Rey de Italia dentro del Duomo en 1805. La construcción continuó en el siglo XIX con la realización de las últimas agujas y vidrieras decoradas, hasta llegar a la fase final en el siglo XX. El Duomo fue oficialmente completado en 1965, con la inauguración del último portal. Los numerosos trabajos de restauración, especialmente después de los daños sufridos durante la Segunda Guerra Mundial, han garantizado la conservación de este monumento. Campañas recientes de recaudación de fondos, como la adopción de las agujas, han involucrado al público en la preservación del patrimonio cultural del Duomo.
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