Iglesia de Nuestra Señora de Montserrat
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La Iglesia de Nuestra Señora de Montserrat, ubicada en el número 79 de la Calle San Bernardo en Madrid, es un magnífico ejemplo de arquitectura barroca que narra una historia de fe, resiliencia y transformaciones a lo largo de los siglos. Fundada en 1640 por orden del rey Felipe IV, la iglesia fue destinada a los monjes benedictinos de Montserrat, expulsados de su monasterio en Cataluña durante la Revuelta catalana.
El proyecto original fue encargado al arquitecto Sebastián Herrera Barnuevo, quien comenzó la construcción en 1668. Tras su muerte, el proyecto fue continuado por Pedro de Ribera, conocido por su estilo churrigueresco, quien diseñó la torre y la fachada en 1716. Aunque las obras se detuvieron en 1720, dejando el edificio incompleto, la iglesia sigue siendo un testimonio de la ambición arquitectónica del período barroco español.
La fachada de la iglesia es imponente y ricamente decorada, un ejemplo típico del estilo churrigueresco de Ribera, caracterizado por ornamentaciones elaboradas y dinámicas. A pesar de la falta de la segunda torre, la estructura existente impresiona por su altura y la complejidad de los detalles escultóricos. El interior de la iglesia, aunque parcialmente completado, ofrece una sensación de majestuosidad con sus altas naves y decoraciones artísticas.
Durante el siglo XIX, la iglesia y el monasterio sufrieron cambios significativos debido a las reformas políticas. En 1835, con la Desamortización de Mendizábal, que implicaba la confiscación de bienes eclesiásticos, el monasterio fue cerrado y convertido en una prisión para mujeres, conocida como “Casa Galera”. Posteriormente, partes del monasterio fueron asignadas a las monjas concepcionistas hasta 1868, cuando fueron expulsadas. Fue solo en 1918 cuando la iglesia fue devuelta a los monjes benedictinos de la abadía de Santo Domingo de Silos, quienes reabrieron la nave norte al culto en 1922 y toda la iglesia en 1928.
La Guerra Civil Española interrumpió bruscamente la vida del monasterio. La iglesia fue convertida en una sala de baile por el Frente Popular y muchos monjes fueron perseguidos; algunos perdieron la vida, mientras que otros lograron salvarse refugiándose en familias amigas. Después de la guerra, los monjes regresaron y continuaron con su labor espiritual y de restauración.
Uno de los aspectos más interesantes de la iglesia es su rica colección artística. Entre las obras destacadas se encuentra un gran cuadro anónimo del siglo XVIII, que representa una curiosa iconografía de la Inmaculada, y una escultura de la Virgen titular atribuida a Manuel Pereira. Junto a la estatua de la Virgen, se encuentra una copia del Cristo de Burgos, una popular escultura del siglo XVIII con curiosos detalles como los huevos de avestruz a sus pies, regalos de un rico comerciante americano. Las pinturas de las bóvedas, que narran las historias de la vida de San Benito, fueron realizadas por Pedro de Calabria a principios del siglo XVIII.
Una anécdota particularmente fascinante es la antigua costumbre de tocar las campanas cada noche en memoria de Felipe IV, el fundador del monasterio, un gesto que simbolizaba la devoción de los monjes hacia su benefactor. Esta tradición cesó hace muchos años, pero sigue siendo un recuerdo del vínculo histórico entre la iglesia y la monarquía española.
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