Iglesia de San Carlo en el Corso

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La Iglesia de San Carlo al Corso en Milán es un magnífico ejemplo de arquitectura neoclásica, situada en el animado Corso Vittorio Emanuele II. Construida entre 1832 y 1847, la iglesia se encuentra en el lugar de la antigua iglesia de Santa Maria dei Servi, suprimida durante las reformas napoleónicas. La nueva iglesia fue diseñada por el arquitecto Carlo Amati, también conocido por el diseño de la fachada del Duomo de Milán, y fue completada por Filippo Pizzagalli. La iglesia fue construida como agradecimiento por el fin de una epidemia de cólera y fue dedicada a San Carlo Borromeo, famoso arzobispo milanés del siglo XVI conocido por su labor durante la peste de 1576-1577. La elección del santo patrón refleja un claro intento de crear un vínculo con la tradición local y con una figura simbólica de protección y asistencia. El exterior de la iglesia está dominado por un imponente pórtico con ocho columnas corintias que recuerdan al Panteón de Roma. Este pórtico se extiende a los lados formando una plaza cuadrada, un área de recepción que introduce a los fieles y visitantes al interior de la iglesia. La gran cúpula, que corona la estructura cilíndrica del tambor, está adornada con semicolumnas, ventanas y nichos, creando un efecto visual de gran armonía y equilibrio. El interior se caracteriza por un aula circular con un diámetro de 32,2 metros, rodeada por un colonnato anular en granito rojo que roza las paredes, intercaladas por exedras que forman capillas laterales. Esta estructura evoca una vez más al Panteón, pero con un toque de elegancia lombarda. En el centro del aula se encuentra el profundo presbiterio, adornado con una pequeña cúpula y columnas laterales, que añaden un sentido de grandeza y solemnidad. Entre las obras de arte custodiadas en la iglesia destacan el Crucifijo de madera de Pompeo Marchesi, discípulo de Antonio Canova, y un relieve de mármol que representa a San Carlo Borromeo dando la primera comunión a San Luigi Gonzaga, también obra de Marchesi. Estas obras maestras neoclásicas contribuyen a hacer del interior de la iglesia un lugar de gran valor artístico y espiritual. El campanario de la iglesia, con sus 72 metros de altura, es el más alto de Milán, dominando el horizonte de la ciudad y sirviendo como punto de referencia para los fieles y visitantes. La presencia de un campanario tan alto es significativa, no solo por su función práctica, sino también como símbolo de la presencia de la iglesia en el contexto urbano milanés. Después de la Segunda Guerra Mundial, la iglesia de San Carlo al Corso se convirtió en un centro de actividades culturales y asistenciales bajo la guía de figuras carismáticas como el padre David Maria Turoldo y Camillo De Piaz. Ellos fundaron la asociación Corsia dei Servi, que se dedicaba a iniciativas de apoyo para los huérfanos y otras actividades sociales, reflejando el compromiso de la iglesia no solo como lugar de culto, sino también como centro de servicio a la comunidad.
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