Iglesia de San Fernando
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La Iglesia de San Fernando, ubicada en el corazón de Nápoles en la Plaza Trieste e Trento, representa uno de los ejemplos más importantes de arquitectura barroca de la ciudad. Su historia comienza en el siglo XVII, cuando los Jesuitas decidieron construir una iglesia dedicada a San Francisco Javier. Sin embargo, con la expulsión de los Jesuitas del Reino de Nápoles en 1767, la iglesia fue dedicada a San Fernando de Castilla, en honor al rey Fernando IV de Borbón.
La arquitectura de la iglesia es un ejemplo clásico del barroco napolitano, caracterizada por una fachada imponente y decorada, diseñada por Cosimo Fanzago, uno de los arquitectos más renombrados de la época. La fachada presenta una profusión de decoraciones en mármol y estuco, con columnas y pilares que enmarcan la entrada principal. Sobre el portal se encuentra una hornacina con la estatua de San Fernando, obra de Domenico Antonio Vaccaro, añadiendo un toque adicional de elegancia a la estructura.
En el interior, la iglesia está dividida en una nave única con capillas laterales ricamente decoradas. La bóveda está decorada con escenas de la vida de San Fernando y otros santos, mientras que las paredes están adornadas con pinturas y esculturas que representan momentos clave de la tradición católica. Entre las obras más significativas destacan las pinturas de Paolo De Matteis y Francesco De Mura, artistas de gran talento que contribuyeron a hacer de la iglesia un verdadero museo de arte barroco.
Una de las capillas más destacadas es la Capilla de San Francisco Javier, decorada con mármoles preciosos y frescos que cuentan la vida del santo misionero. La capilla también alberga una estatua de San Francisco Javier, realizada por Lorenzo Vaccaro, conocido por su habilidad para crear figuras dinámicas y realistas.
El altar mayor, una obra maestra de mármoles incrustados y decoraciones doradas, está dominado por un gran crucifijo de madera tallada. A los lados del altar se encuentran dos estatuas de ángeles, que añaden un sentido de solemnidad y magnificencia a todo el ambiente. Sobre el altar, un fresco de Paolo De Matteis representa la Asunción de la Virgen, un tema recurrente en el arte barroco napolitano.
La iglesia de San Fernando también tiene una importante historia musical. Fue aquí donde, en el siglo XVIII, se llevaron a cabo numerosos conciertos y representaciones musicales, gracias a la presencia de un órgano monumental construido por Giuseppe Cimmino. Este instrumento, con sus intrincadas decoraciones y su potente sonido, era considerado uno de los mejores de la ciudad y atraía a músicos y compositores de toda Europa.
Durante la época borbónica, la iglesia se convirtió en un lugar de culto privilegiado por la familia real, que a menudo acudía a participar en las ceremonias religiosas. Esta conexión con la casa real es evidente también en las decoraciones y en los muebles de la iglesia, que reflejan el gusto y la sofisticación de la época.
A lo largo de los siglos, la iglesia ha sufrido numerosas restauraciones y modificaciones, especialmente después de los daños sufridos durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, cada intervención se ha realizado con gran cuidado para preservar la integridad artística e histórica del edificio. La ubicación de la iglesia, en una de las plazas más concurridas de la ciudad, hace que la visita sea una experiencia aún más fascinante. La Plaza Trieste e Trento, con sus cafés históricos y la cercanía al Teatro San Carlo y a la Plaza del Plebiscito, ofrece un contexto único que permite a los visitantes sumergirse en la vida vibrante y dinámica de Nápoles.
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