Iglesia de Santa María en Monticelli
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Rione VII - Regola
Caminando por las calles de Roma, en el barrio de Regola, uno se encuentra con un tesoro escondido: la Iglesia de Santa Maria in Monticelli. Con raíces que se remontan al siglo VIII, esta iglesia es un ejemplo perfecto de cómo la historia y el arte se entrelazan en los callejones de la Ciudad Eterna. La primera mención de la iglesia se remonta a los tiempos del Papa Pasquale II (1099-1118), pero es en 1143 cuando el Papa Inocencio II la vuelve a consagrar, marcando una de las muchas etapas de su larga vida. Como testimonio de esta reconsagración, una lápida dentro de la iglesia todavía cuenta ese momento histórico.
Originalmente construida en estilo románico, Santa Maria in Monticelli ha conservado a lo largo de los siglos algunos elementos de esa época. El campanario del siglo XII todavía se alza hoy en día, llevando consigo el encanto del pasado, y un fragmento de mosaico absidal que representa el Rostro de Cristo, atribuido a Pietro Cavallini, es uno de los tesoros más antiguos y valiosos conservados en el interior. Sin embargo, el aspecto actual de la iglesia es el resultado de numerosas intervenciones posteriores. En 1716, bajo el papado de Clemente XI, Matteo Sassi renovó completamente el edificio, dándole un aspecto barroco. En el siglo XIX, el arquitecto Francesco Azzurri fue encargado de más restauraciones que consolidaron la estructura y actualizaron la estética.
Al entrar en la iglesia, uno es recibido por una planta basilical de tres naves, un espacio abierto y solemne que invita a la reflexión y la oración. Las naves están marcadas por columnas que crean un ritmo visual, guiando la mirada hacia el altar mayor. Aquí, el arte es protagonista. Entre las obras más significativas, la “Flagelación” de Antonio Carracci captura inmediatamente la atención con su dramatismo y realismo. Pero es el crucifijo de madera del siglo XIV, atribuido a Pietro Cavallini, el que evoca un sentido de sacralidad y antigüedad, conectando a los fieles con siglos de devoción.
Las seis capillas laterales, cada una decorada con esmero, albergan una variedad de obras de arte. En la primera capilla a la derecha, una Madonna con Niño y santos de Sebastiano Conca llama la atención por su dulzura y vivacidad cromática. La segunda capilla está dominada por otra obra maestra, un fresco que narra escenas de la vida de María, enriqueciendo aún más el patrimonio artístico de la iglesia.
La fachada de Santa Maria in Monticelli, restaurada varias veces a lo largo de los siglos, representa una fascinante mezcla de barroco y neoclásico. La sobriedad de las decoraciones exteriores contrasta con la riqueza de los interiores, creando un equilibrio perfecto entre la austeridad y la opulencia. Este equilibrio también se refleja en el portal de entrada, que recibe a los visitantes con una elegancia sobria, invitándolos a descubrir los tesoros escondidos en el interior.
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