Templo de Venus y Roma
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citta, Roma,
Rione X - Campitelli
El Templo de Venus y Roma, ubicado en el Foro Romano, es uno de los templos más grandiosos e imponentes de la antigüedad romana. Su construcción comenzó en el 121 d.C. por orden del emperador Adriano, amante del arte y la arquitectura, y fue completado por el emperador Antonino Pío en el 141 d.C. El templo está dedicado a dos deidades: Venus Felix (Venus portadora de buena suerte) y Roma Aeterna (Roma eterna), reflejando tanto el vínculo con la mitología romana como la celebración de la ciudad eterna.
El templo se encuentra en un alto basamento con vistas al Valle del Coliseo, ocupando una posición estratégica entre la Basílica de Majencio y el Coliseo. El edificio se extiende sobre un área de aproximadamente 145 metros de longitud y 100 metros de ancho, dimensiones que lo convierten en el templo más grande jamás construido en Roma. Su construcción implicó la reutilización de los cimientos del vestíbulo de la Domus Aurea de Nerón y el traslado del Coloso de Nerón, una estatua colosal de unos 35 metros de altura, gracias al uso de veinticuatro elefantes, que fue dedicada al dios Sol y trasladada cerca del Anfiteatro Flavio.
El proyecto arquitectónico del templo, atribuido al mismo Adriano, refleja el eclecticismo típico de sus obras, combinando elementos de la arquitectura helenística con las técnicas constructivas romanas. El templo presentaba una planta rectangular con dos celdas, cada una dedicada a una de las dos deidades. La celda de Venus, orientada hacia el Coliseo, y la celda de Roma, orientada hacia el Foro, estaban precedidas por un vestíbulo y decoradas con estucos y mármoles preciosos.
Las columnas del templo, más de doscientas, estaban hechas de granito gris y mármol proconnesio, y rodeaban el edificio en los cuatro lados. La cubierta de las celdas estaba formada por una bóveda decorada con casetones estucados, y las paredes internas estaban enriquecidas con nichos para estatuas, enmarcadas por columnitas de pórfido y sostenidas por ménsulas de mármol blanco. El suelo, aún parcialmente conservado, estaba compuesto por losas de mármol policromo dispuestas en motivos geométricos.
Durante la Edad Media, el templo sufrió varios saqueos y transformaciones. En el siglo VII, el emperador Heraclio concedió al papa Honorio I las tejas de bronce del techo para ser utilizadas en la Basílica de San Pedro. En los siglos siguientes, la celda de Roma fue convertida en un oratorio dedicado a los Santos Pedro y Pablo y luego en la iglesia de Santa María Nueva, hoy conocida como Santa Francisca Romana.
El templo sufrió graves daños por un incendio en el 307 d.C. y fue restaurado por el emperador Majencio, quien realizó cambios significativos en la estructura, incluyendo la inserción de columnas de pórfido y la creación de ábsides con cubierta abovedada y decoración de casetones. Durante el Renacimiento y la época moderna, el interés por el templo resurgió, lo que llevó a varios trabajos de restauración, incluidos los realizados entre 1932 y 1935 bajo la dirección de Alfonso Bartoli.
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