Acueducto de las Aguas Libres
Europa,
Portugal,
citta,
Campolide
El Acueducto de las Aguas Libres, una obra majestuosa y representativa de la capacidad ingenieril del siglo XVIII, se erige como un testigo silencioso de la historia de Lisboa. Su construcción, iniciada en 1731 por decreto del rey Juan V, representa un intento ambicioso y exitoso de resolver los problemas de abastecimiento de agua de la ciudad, que en ese momento sufría de una crónica escasez de agua potable. Financiado a través de un impuesto sobre bienes de consumo como carne, vino y aceite de oliva, el acueducto fue diseñado para aprovechar los manantiales naturales ubicados al noroeste de Lisboa.
La idea de construir un acueducto que llevara agua a Lisboa fue inicialmente propuesta por el Procurador da Cidade, quien en 1728 propuso un impuesto especial para recaudar los fondos necesarios. El proyecto contó con la colaboración de destacadas figuras de la época, como el italiano Antonio Canevari, el alemán Johann Friedrich Ludwig y el portugués Manuel da Maia. Aunque Canevari inició el proyecto, fue Manuel da Maia quien lo llevó a cabo, definiendo su recorrido y características técnicas.
El acueducto se extiende aproximadamente 58 kilómetros, desde el punto de captación de agua en Belas hasta los diversos puntos de distribución en la ciudad. Su tramo más icónico es sin duda el que atraviesa el valle de Alcântara, donde una secuencia de 35 arcos monumentales se eleva majestuosamente hasta 65 metros de altura. Este segmento, conocido como Arco Grande, es un símbolo de resistencia y belleza, habiendo incluso resistido al devastador terremoto de 1755 que destruyó gran parte de Lisboa.
La construcción del acueducto no estuvo exenta de dificultades y controversias. En 1744, tras la muerte de Custódio Vieira, la dirección de las obras pasó a Carlos Mardel, un arquitecto húngaro que tuvo que tomar decisiones cruciales para completar la obra. Entre ellas, la elección de la ubicación del depósito principal, la Mãe d’Água. Originalmente prevista en São Pedro de Alcântara, su construcción se trasladó a Amoreiras, una decisión que generó debates pero que resultó estratégica para la distribución del agua en la ciudad.
El depósito de Mãe d’Água, completado en 1834, es en sí mismo una obra maestra ingenieril. Con una capacidad de 5.500 metros cúbicos, funcionaba como el principal punto de recolección y distribución para toda la red de la ciudad. Hoy en día, este espacio se ha convertido en un museo, donde los visitantes pueden explorar la historia del sistema de agua de Lisboa y admirar la vista panorámica desde su techo.
El acueducto estuvo en funcionamiento hasta la década de 1960, cuando fue gradualmente reemplazado por infraestructuras más modernas. Sin embargo, su presencia sigue marcando el paisaje urbano de Lisboa, no solo como un monumento histórico, sino también como un símbolo de una ciudad que ha sabido enfrentar y superar los desafíos de su tiempo.
Desde el punto de vista arquitectónico, el Acueducto de las Aguas Libres es un magnífico ejemplo de barroco y neoclasicismo, una combinación de estilos que refleja la época de su construcción. Sus arcos elegantes y poderosos, realizados con precisión geométrica, confieren a toda la estructura una majestuosidad atemporal. Cada arco es un testimonio del dominio de los ingenieros y artesanos de la época, capaces de realizar una obra que no solo es funcional, sino también estéticamente impresionante. Entre las anécdotas históricas, cabe mencionar que el acueducto fue escenario de episodios curiosos y trágicos. Durante el siglo XIX, fue utilizado por delincuentes como escondite y vía de escape, ya que su extensión permitía cruzar la ciudad sin ser visto. El más famoso de ellos fue Diogo Alves, un bandido que aprovechaba la estructura para robar y a veces matar a los transeúntes, arrojando luego sus cuerpos desde la cima de los arcos.
Leer más