Torre Branca

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La Torre Branca, ubicada en el Parco Sempione de Milán, es un ejemplo emblemático de la arquitectura modernista italiana. Diseñada por el arquitecto Gio Ponti y construida en 1933, la torre originalmente llamada Torre Littoria, representa una perfecta síntesis de estética y funcionalidad, típica del Racionalismo italiano de los años 30. Con sus 108,6 metros de altura, la estructura de acero ofrece una vista panorámica impresionante de la ciudad, revelando un intrincado diálogo entre la arquitectura histórica de Milán y los nuevos desarrollos urbanos. La construcción de la torre fue rápida y eficiente, completada en solo 68 días laborables, gracias a las avanzadas técnicas de construcción en acero utilizadas por la empresa Angelo Bombelli Costruzioni Metalliche. La inauguración tuvo lugar el 10 de agosto de 1933, con motivo de la V Trienal de Milán, en presencia del Ministro de Obras Públicas Araldo di Crollalanza. La Torre Branca se distingue no solo por su imponente estructura, sino también por su refinada simplicidad estética. Su forma tronco-piramidal de sección hexagonal, con lados que se reducen progresivamente hacia arriba, le confiere a la torre un aspecto esbelto y dinámico. Los elementos modulares de acero Dalmine, con bridas y pernos, resaltan la precisión ingenieril y la elegancia del diseño de Ponti. Uno de los anécdotas más interesantes relacionados con la Torre Branca es la altura de la estructura. Mussolini impuso un límite de 108,6 metros, declarando que “no se puede superar lo divino con lo humano”, refiriéndose a la altura de la Madonnina del Duomo de Milán, que debe seguir siendo la estructura más alta de la ciudad. Esta decisión refleja la sensibilidad política y cultural de la época, en la que el fascismo intentaba equilibrar modernidad y tradición. A lo largo de los años, la torre ha sufrido varias transformaciones. Durante la Segunda Guerra Mundial, el mantenimiento de la estructura fue descuidado, y en 1972 fue declarada inhabitable y cerrada al público. En 1985, la torre fue adquirida por la destilería Fratelli Branca, que financió un importante proyecto de restauración, devolviendo la torre a su antiguo esplendor. En 2002, la torre fue reabierta al público, ofreciendo nuevamente la posibilidad de disfrutar de la vista panorámica de la ciudad. La Torre Branca no es solo un mirador, sino también un símbolo del renacimiento arquitectónico y cultural de Milán. Su presencia en el Parco Sempione crea un interesante contraste con otras arquitecturas monumentales del parque, como el Castello Sforzesco, el Arco della Pace y el Palazzo dell’Arte. Este diálogo entre lo antiguo y lo moderno enriquece la experiencia de los visitantes, ofreciendo una visión completa de la evolución urbana de Milán.
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